domingo, 29 de agosto de 2010

COMO SE CREO EL LOPERENA


El presidente liberal Alfonso López Pumarejo, en su Revolución en Marcha, planteó el impulso a la educación, la ciencia y la cultura, como factores trascendentales para la modernización del Estado y la configuración de un país, que asomaba tímido al siglo XX ya bien entrada la década del 30. López Pumarejo insistía en una democratización de la educación, más técnica y científica, y pretendía que ésta se impartiera también fuera de los ámbitos tradicionales como escuelas, colegios y universidades. El círculo académico, hasta el momento tan reducido, tendría que llegar a los rincones más insospechados. "Hay que ir -proclamaba el presidente- aunque sea para muchos una visión patriarcal y extravagante del Estado, hasta la cocina y la mesa del labriego". Para el creador de la Revolución en Marcha, la educación pecaba de elitista y se criaban, en las universidades y colegios, burócratas completamente ajenos al país. Había que darle la cara a las necesidades y enviar verdaderos maestros a las escuelas. Era prioritario invertir ya no tanto en carreteras y caminos sino en escuelas, bibliotecas, colegios, laboratorios y universidades. Así entonces, a partir de la década del 30, el Ministerio de Obras Públicas empieza a construir una serie variada de inmuebles de suma importancia, los que abarcaran diversos estilos.
En el año de 1940 se ordenó la construcción del Colegio Nacional de Loperena en Valledupar, y se encargó la obra, un año más tarde, al ingeniero Julio Bonilla Plata. En 1943 se inició su construcción en ladrillo cubierto por pañete blanco (revoque), con placas de concreto, techo con teja de barro y pisos de baldosín. Su área era de casi 2.000 metros y se proyectó con capacidad para albergar más de 300 alumnos; tenía ocho aulas generales, tres especiales, salón de actos, la biblioteca, un museo y la dirección. Los alumnos no eran únicamente externos; la mayoría, venidos de la provincia, debían quedarse y se levantó para tal fin el pabellón de dormitorios, último en hacerse junto con el economato. Este particular edificio es similar al Colegio Nacional del Socorro en Santander, y corresponde al prototipo de edificios que propusieron en su momento un lenguaje neocolonial simplificado al máximo, característica que hace que los arquitectos clasifiquen el estilo como "arquitectura vernácula", es decir, única del país.

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